Oleadas azules volvieron a eclipsar mi visión a todo lo material que me rodeaba, quedándose solamente una nebulosa proveniente de otro espacio, de otra dimensión.
Dulces tus palabras, dulces como se clavaban en mi sentir…
Dulce tú.
Que gran vacío queda cuando se escapan los sueños, cuando se deslizan sigilosamente por esa ventana de la que descuidadamente has dejado abierta una rendija.
Salen volando, subiendo a lo más alto cual cometa en días de viento, arrastrando consigo jolgorios y risas infantiles.
Se van, se elevan, se escapan…dejando una oquedad opaca que pasa a ocupar su lugar.
Que triste es que se escapen los sueños.
("Silueta del árbol y del cielo" - David David)
Hoy he visto abierta una pequeña rendija en la historia de estas vidas, tras la cual se percibía una cierta complicidad mucho tiempo perdida.
A través de ella he presentido, tal vez, un atisbo de regreso de esa luz, tanto tiempo caminando hacia la lejanía.
Hoy he comprendido que nada muere definitivamente.
O que quizás, morir es empezar a nacer de nuevo.
Siento que algo me ocurre. No podría decir a ciencia cierta qué es, pero una fuerza parece querer estallarme en el pecho creando en mí un extraño presentimiento que no consigo definir.
Y esta ignorancia me lleva a una sutil melancolía o tristeza.
No es nuevo esto en mi vida. Son episodios que aparecen de cuando en cuando.
Ya no confío en ti.
Me has decepcionado y puede que yo te haya decepcionado a ti.
Pero tú has clavado en mí una espina que, aún contra mi voluntad, se ha ido enconado día a día.
No me apetece oír ningún sonido, ni deseo ver nada. Solo callar.
Tampoco sé de la muerte, por tanto me es imposible desearla.
Nada importa. Casi nada quiero.
Solo quietud.