Que absurda esta desazón, inquietante sinsabor que me lame interiormente.
Sigilosa, me ha arrebatado la serenidad y se ha colado entre las grietas de mi quietud, ufana usurpadora del sosiego ajeno.
La noto aquí, conmigo, y mi ansiedad se desborda chorreando incomprensión.
Sin embargo le permito su presencia y dejo que hurgue en mis entrañas y me corroa, si acaso queda aún algo por corroer.
Mientras tanto, miro tras los cristales a las nubes de la tarde correr en bandadas.